martes, 8 de marzo de 2011

Sobre Inflación (Parte I)

Desde el año 2006 al 2009 Venezuela estuvo entre los 5 países con mayor inflación del mundo; es decir, a diferencia de los avances en esta materia en el resto del planeta, la inflación continúa siendo un lastre para nuestros ciudadanos. F.A. Von Hayek, quien recibiera el premio Nobel de Economía en 1974, "siempre veía la inflación como un demonio que corroe a la sociedad y socava a la democracia” (Texto extraído del documental “The Commanding Heights”, ver más en este link: http://www.pbs.org/wgbh/commandingheights/lo/index.html)

Pero cabe preguntarnos, ¿Cuando se piensa en la inflación, qué sobreviene a la mente? Regularmente: Incrementos de precios; pérdida de poder adquisitivo y si se es más osado, en especulación, avaricia y descontrol de mercado; frases éstas que se han venido mencionando desde hace ya varios siglos; y es que la inflación no es un asunto endémico de la modernidad; de hecho hubo presencia de sus efectos y secuelas en el Imperio Romano del siglo II DC y en la China de siglo XIII. Y lo cierto es que su historia está hermanada con la historia de la moneda.

Una definición actual de inflación es: incremento continuo y generalizado de precios. Lo interesante acá es que al dar una breve mirada a la historia de la inflación se termina por notar que ésta vendría a ser una definición basada en “consecuencias”.

Otra perspectiva de la inflación, más próximo a la cotidianidad familiar, sería: pérdida del poder adquisitivo. Aunque esta definición estaría más cerca de la idea original detrás de la inflación, seguiría siendo una consecuencia en lugar de una definición.

Cabría preguntarse, entonces ¿Cuándo hablamos de inflación qué es aquello que se infla realmente y por qué?
Encontré algunas respuestas en una historia de guerra y poder político del Imperio Romano en los albores de la era Cristiana. Para entonces los emperadores Romanos carcomidos por el afán expansionista y las constantes invasiones incrementaron en diferentes períodos sus gastos militares. Uno de los emblemáticos en esta cruzada fue Caracalla (Siglo II-III DC), quien decía: “nadie debería tener dinero excepto yo, de tal manera que pueda distribuirlo entre los soldados”. Con esto en mente, elevo el pago a militares, duplicó los impuestos e hizo ciudadanos Romanos a muchos con el fin de que hacerlos pagar impuestos, es decir, forzó el crecimiento de la base de contribuyentes (pueden ver más sobre esta historia en este link: http://mises.org/daily/3663).

Adicionalmente y en aras de mantener el gasto militar, Caracalla profundizó una medida que venían aplicando Emperadores anteriores. La moneda circulante en esa época era el Denario (origen, por cierto, de la palabra Dinero), creado en el siglo III AC por Augustus y que estaba compuesta en un 95% de plata. Este porcentaje fue disminuyendo a lo largo del tiempo hasta que Caracalla redujo su composición de plata a 50%; lo que le permitía fabricar más monedas con la misma cantidad de plata. Este penoso destino también lo sufrieron las monedas de oro; las cuales en tiempo de Augustus se acuñaban a razón de 45 por cada libra de Oro; para finalizar degradadas a 72 por libra de Oro, durante el gobierno de Constantino.

Esta “disminución” de metal precioso por moneda acuñada, permitió en contraposición incrementar la cantidad de monedas que circulaban en el imperio, es decir, esta estrategia permitió inflar la cantidad de monedas circulante. Precisamente esta inflación de monedas, vía devaluación, hacía elevar de manera ficticia la riqueza del gobierno Romano; manipulación que es conocida con el nombre de “señoreaje” (pueden ver más de esta historia en el link: http://www.elcato.org/la-inflacion-en-el-imperio-romano). De tal manera que la inflación originaria provino de la expansión de la cantidad de monedas con lo cual se pretendía cubrir el déficit del gasto militar.

Es razonable pensar que los comerciantes de la época demandaran mantener la cantidad de metal precioso percibido por el intercambio de sus productos, en virtud de lo cual los precios de los artículos aumentaron en proporción a la degradación del porcentaje de plata y oro en las monedas. Es decir, los precios en el Imperio Romano del siglo II-III subían como consecuencia de la inflación y no al revés.

Una historia similar ocurrió en la China del siglo XIII, pero prefiero dejarla para la siguiente entrega.