El consenso actual define a la democracia como el gobierno del pueblo y más aún el poder ejercido por el pueblo; de tal manera que el hombre de una sociedad democrática idealmente reconocería que el poder le pertenece y su dilema, tema básico de la historia política y filosófica de la democracia, sería cómo y cuánto licenciamiento de este poder se debería entregar a un grupo reducido, Gobierno, para que administrado de manera controlada eleve el nivel de beneficio individual, más allá del lugar que alcanzaría con el trabajo puramente individual o tribal.
De tal manera que el intríngulis en relación con el poder en un sistema político de igualdad como el democrático, derivaría de la tensión constante y deseable entre dos polos básicos dotados de este poder: El Gobierno, que intenta legitimar su poder vía “fines” y el pueblo, al cual el poder pertenece de manera natural y que se debate por hallar el nivel mínimo de poder con el cual dotar al gobierno para garantizar un ejercicio eficiente; y por cómo controlar los límites del tal licencia, tras reconocimiento del riesgo de que una acumulación exagerada de poder degeneraría en una tiranía o peor aún en dictadura.
De vuelta al punto de partida nos preguntamos: ¿Cuál sería entonces la verdadera dimensión de la frase “Yo no soy yo, yo soy el pueblo” (Chávez 23/01/10) en el contexto del otorgamiento controlado y uso limitado del poder? ¿Hablamos acaso de una declaración o identificación aberrante, en cuanto malsano o demasiado viciado, que pretende acercar los polos para asirse de poderes extraordinarios sin convencimiento por fines o debate de causa? ¿Disparó esta frase alguna alarma en nuestras conciencias democráticas?
Continuará...
La verdadera dimensión es la actuación, la puesta en escena, de la identificación con la figura del héroe que está muy presente en nuestro inconsciente colectivo venezolano desde los tiempos fundacionales, y recalcitrantemente alimentado desde el período independentista y el culto al héroe, figura arquetipal altamente demandada por una amplia mayoría que desde la desesperanza clama por un salvador y un reivindicador. Y esa figura encarna al héroe "mandamás", figura que recreamos en nuestros hogares venezolano y en la mayoría de los ambientes laborales y espacio políticos.
ResponderEliminarEs la declaración del que se siente revestidos por los poderes plenipotenciarios (¿o de omnipotencia como cuando se mencionan en una misma hilera a "Jesucristo, Bolívar y el Comandante"?) de los que se despojan del ejercicio de su poder y responsabilidad personal (¿miedo a la libertad, según Fromm?), largamente alimentada por la desesperanza aprendida y la criptodesvalorización de sí-mismo.